Si chicas, definitivamente ha llegado el momento que esperábamos y podemos sacar esas sandalias tan glamurosas que nos aguardan en el armario desde ni se sabe, el calor parece que se instala en nuestras vidas y los piececitos piden respirar al sol y al viento, es el momento de mirar hacia abajo y darnos cuenta, aterradas, de los estragos invernales que ha padecido esa parte de nuestra anatomía.
Total, que por fin nos damos cuenta de lo mucho que hemos descuidado a esos mártires que nos sustentan y nos transportan, a los que sin ningún miramiento ignoramos durante el invierno a base de envolverlos en medias, calcetines y zapatos cerrados que los mantienen lejos de miradas indiscretas. Es ahora, al liberarlos del calvario de las apreturas, cuando aparecen en todo su esplendor con sus durezas, sus ojos de pollo (¡menudo nombre para una afección tan dolorosa!), sus clavos y sus pielecillas resecas, por no hablar de unas uñas asfixiadas y compungidas que nos miran implorando un poco de atención. Por algún extraño motivo somos capaces de exfoliar, hidratar, nutrir o
lo que haga falta todo nuestro cuerpo, ignorando a los pobres pies
como si no formaran parte de nosotros, cuando se podría decir que son el
pilar de nuestra existencia.
¿Y a qué viene todo esto?, sencillamente: es Tiempo de Pedicuras y punto. No hay que hacer más comentarios, ha llegado el momento de que los grandes olvidados se conviertan el supremos protagonistas, de que les demos todos los mimos necesarios para que su bienestar nos traiga la felicidad absoluta que sólo proporcionan unos pies sanos. La vida es muy larga y ellos nos acompañan en todas sus etapas, así que amig@s, hagamos un propósito de enmienda colectivo y comencemos un nuevo tiempo en el que ellos sean, que lo son, nuestros más mejores amigos.
P.D.: Hay que ver lo que luce una entrada bloguera con semejantes fotos, cortesía de Akraimagen Fotógrafos
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