No hace mucho tiempo que llegó a España la moda de las BEAUTY PARTY, esas fiestas privadas en un salón de belleza en las que un grupo de buenas amigas se reunen mientras disfrutan de los tratamientos y hablan de sus cosas mientras toman una refrescante copa.
Aunque pueda parecer muy novedoso a mi me trae recuerdos de infancia, cuando mi madre y sus amigas quedaban para la sagrada sesión de peluquería semanal, en la que entre rulos y laca de uñas dejaban atrás todas las preocupaciones mundanas durante unas pocas horas, mientras su peluquera las deleitaba con estupendo café con pastas, así que queda demostrado que nuestras madres son sin saberlo las inventoras de la BEAUTY PARTY.
La diferencia entre aquellas sesiones de peluquería de barrio con merienda y la nueva moda importada de New York radica en las formas, no en el contenido. Da mucho más empaque una pedicura cuando llevas en la mano una copita de buen cava que mojando un sobao pasiego, donde va ha parar, aunque nuestras progenitoras quizá no necesitaban vestir la ocasión con tanto estilo porque ir a la peluquería era algo habitual (os recuerdo que los medios caseros para el cuidado del pelo pasaban por unos rulos y un secador de mano que más bien soplaba).
Todas estas reflexiones me han venido a la cabeza mientras cuadraba los horarios de tratamiento para una novia que se casa en dos semanas y viene con toda su familia a embellecerse. Decidí reservar toda la mañana y parte de la tarde para ellas solas y cuando pensé en preparar una mesa con bebidas y algún picoteo me di cuenta de que no es la primera BEAUTY PARTY que organizamos, llevamos unas cuantas y todas derrochando glamour, así que en esta vamos a darlo todo y si es posible inmortalizaremos el momento para la posteridad.
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